Esta semana, una noticia ha generado conmoción y debate social: cuatro trabajadoras de una escuela infantil en Torrejón de Ardoz han sido detenidas por presunto maltrato a bebés. La alerta saltó después de que una alumna en prácticas grabara un vídeo en el que se observa a una cuidadora sujetando a una niña de apenas año y medio contra la pared mientras la alimenta de manera forzada. A raíz de la publicación de este vídeo, no solo se produjo el despido de la trabajadora implicada, sino también la detención de otras tres empleadas por no denunciar lo ocurrido.
Estos hechos han generado una gran inquietud entre familias, profesionales de la educación y de la salud mental, abriendo de nuevo una conversación urgente: ¿cómo se detecta y previene el maltrato en la primera infancia y qué impacto puede tener en el desarrollo de los menores?

¿Qué se considera maltrato en la primera infancia?
El maltrato infantil en edades tempranas no siempre adopta formas visibles como la violencia física. Existen otras conductas igualmente dañinas que pueden pasar desapercibidas o incluso estar normalizadas en ciertos contextos: trato humillante, negligencia emocional, falta de respuesta ante el llanto del bebé, uso de la fuerza para alimentar o dormir al niño, entre otras. Estas prácticas, que no respetan las necesidades emocionales ni los ritmos del desarrollo infantil, son formas de violencia psicológica que pueden generar consecuencias a corto, medio y largo plazo.
La primera infancia es una etapa clave para el desarrollo neurológico, emocional y social. Durante estos años, los niños necesitan vínculos seguros, entornos predecibles y adultos sensibles a sus señales. Cuando estas condiciones no se cumplen, se pone en riesgo su salud mental presente y futura. Por eso, es fundamental entender que el maltrato no solo ocurre cuando hay golpes, sino también cuando se ignora, coacciona o se actúa desde la frialdad emocional.
Impacto del maltrato en el desarrollo infantil
El maltrato en los primeros años de vida puede tener consecuencias profundas y duraderas en múltiples áreas del desarrollo. Entre los principales efectos, destacan:
- Alteraciones en el desarrollo cerebral: el estrés tóxico generado por el maltrato afecta al sistema límbico (gestión emocional) y a la corteza prefrontal (toma de decisiones y autocontrol).
- Dificultades en la regulación emocional: los niños expuestos a entornos inseguros tienden a mostrar problemas para identificar, expresar y gestionar sus emociones.
- Trastornos del apego: el maltrato interfiere en la creación de vínculos seguros con los adultos de referencia, lo que puede provocar desconfianza, inseguridad o dependencia excesiva en las relaciones futuras.
- Problemas de conducta: pueden aparecer conductas agresivas, retraimiento social o hiperactividad como respuestas adaptativas a un entorno hostil.
- Impacto en el aprendizaje: la ansiedad constante o la falta de estimulación afectiva puede dificultar la concentración, la memoria y el rendimiento académico.
- Riesgo de problemas de salud mental a largo plazo: el maltrato temprano está asociado con mayor probabilidad de desarrollar trastornos como ansiedad, depresión, trastornos de la personalidad o consumo de sustancias en la edad adulta
La importancia del entorno educativo y los profesionales
El entorno educativo, especialmente en la primera infancia, juega un papel fundamental en la protección y bienestar de los menores. Para ello, es necesario:
- Contar con profesionales formados: el personal debe tener competencias emocionales y éticas, además de conocimientos técnicos sobre desarrollo infantil y primeros auxilios emocionales.
- Fomentar la sensibilidad y la empatía: la capacidad de sintonizar con las necesidades del niño y responder de forma adecuada es esencial en esta etapa.
- Establecer protocolos claros de actuación: los centros deben tener mecanismos específicos para prevenir, detectar y actuar ante cualquier indicio de maltrato o negligencia.
- Supervisión y acompañamiento continuo: el trabajo con bebés y niños pequeños puede ser exigente emocionalmente, por lo que es clave ofrecer espacios de supervisión y apoyo al personal.
- Crear una cultura institucional del cuidado: no solo se trata de evitar el maltrato, sino de promover activamente el respeto, la escucha y la protección como valores centrales del centro.
- Responder con responsabilidad ante las denuncias: minimizar las quejas, no investigar adecuadamente o permitir que el maltrato continúe es también una forma de negligencia.
Prevención y actuación ante señales de alerta
Detectar el maltrato en bebés y niños pequeños puede resultar complicado, ya que muchas de las señales pueden confundirse con comportamientos evolutivos. Sin embargo, existen algunas pistas que deben hacer saltar las alarmas:
- Cambios bruscos en el comportamiento (irritabilidad, retraimiento)
- Alteraciones del sueño o la alimentación
- Regresiones (vuelta a conductas ya superadas)
- Rechazo a acudir a un lugar o ver a una persona en concreto
- Hipervigilancia o estado de alerta constante
Ante la sospecha de maltrato, es esencial actuar con rapidez. Las familias deben sentir que tienen espacios seguros donde expresar sus preocupaciones, y los profesionales deben estar formados para identificar estos signos y saber cómo proceder. La coordinación entre centros educativos, servicios sociales, pediatría y psicología es clave para garantizar una intervención eficaz y protectora.
El maltrato infantil no puede seguir siendo un tema silenciado o minimizado. Los hechos ocurridos en Torrejón de Ardoz nos recuerdan la vulnerabilidad de los más pequeños y la responsabilidad colectiva que tenemos como sociedad. Prevenir el maltrato implica formar, supervisar y acompañar a quienes están al cuidado de la infancia, pero también revisar nuestras propias creencias y prácticas.
Educar desde el respeto, escuchar a los niños y actuar ante la mínima sospecha de trato inadecuado son pilares fundamentales para construir entornos seguros. Porque una infancia protegida no solo es un derecho, es la base de una sociedad más sana, más empática y más justa.
Preguntas frequentes
Cambios repentinos en el comportamiento, miedo a determinadas personas, regresiones o rechazo a acudir al centro pueden ser señales de alarma.
Es recomendable hablar primero con la dirección del centro y, si no hay respuesta adecuada, acudir a pediatría, servicios sociales o denunciar ante las autoridades competentes.

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ISSN: 2938-1541

Fundadora y directora de Centre Sukha con Núm. Colegiada: 24465 por el Colegio Oficial de Psicólogos de Catalunya.
Durante su carrera profesional se ha enfocado en trabajar con diferentes problemáticas como trastornos de ansiedad, trastornos alimentarios, TDAH, bullying, problemas de conducta, traumas, problemas de autoestima etc. Especialidades: Psicóloga General Sanitaria · Terapeuta EMDR · Especialista en Trastornos Alimentarios y Obesidad · Especialista en TDAH (infanto-juvenil y Adultos).